No puedo ocultar que me he sentido triste algunas semanas de este tiempo de Navidad. Ha pasado un año y cuatro meses desde que mami partió del plano terrenal. Creo que lo he asimilado bastante bien. En el proceso de duelo me imagino que estoy ya en la etapa de aceptación. Sé que mami se fue y no volverá. Ya no disfrutaré de su compañía, sus comidas, no recibiré sus llamadas, en fin, su ausencia es notable y así es desde que murió.
En esta época es un poco más doloroso porque mami siempre nos tenía preparado un menú especial para degustar los deliciosos platos que preparaba. Ella se desvivía por complacer nuestros gustos y por compartir con los vecinos y familiares la comida y los postres que hacía. Pero, ¿por qué hablar de pérdida en una época de celebración? Porque hay muchos que tenemos un espacio vacío y necesitamos compartirlo.
Ayer leía un artículo sobre las pérdidas y me animé a escribir para abrir mi corazón y tal vez dejarle saber a alguien más que no está solo o sola en su proceso. Hay lágrimas, tristezas y momentos de dolor. ¡Es normal! ¡Eres humano, humana! Yo no había decorado para Navidad. Realmente no lo sentía, pero luego de leer el escrito saqué mis adornos y decoré. ¡Algo tarde, no! Es mi proceso y tengo que vivirlo.
Ese es el primer paso: aceptar lo que estoy sintiendo; luego compartirlo, decir lo que sentimos nos aliviará la carga. Y después, necesitamos tomar ánimo y seguir adelante porque una pérdida, ya sea de un familiar, un trabajo o una relación, no es el final de la vida. Hay mucho más por delante. Dios nos fortalece y tenemos familiares y amigos a nuestro alrededor que quieren vernos bien. Ellos también nos necesitan. Así que llora, pero no dejes que tu llanto sea eterno. Trata, dentro de tu dolor, de disfrutar lo hermosa que es la vida, porque los momentos que perdemos no vuelven. Tienes vida, ¡vívela!